"Otra mujer ordenará tus huesos, alejará tu mano de resfriados. mezclará los verdes en sus excesos y te acercará el norte a los costados..." Fragmento del soneto: Oráculo del libro Tertulias de Acuario.
A veces imaginamos ser los protagonistas permanentes de una historia de amor, pero la energía fluye constantemente. Nos convencemos entonces que otra persona “marina” mejor con aquel a quien se amaba. Marchamos en paz. El horizonte es amplio y el mar, ni te cuento.
Al parecer los seres humanos éramos en tiempos remotos (¿y ahora?) muy biológicos. Teníamos seriamente asumidas las misiones de: emparejarnos, engendrar, parir, criar… ¿Nos conformamos quizás con una sexualidad genital? Puede que sí, que tuviéramos la costumbre de focalizar toda nuestra energía sexual en los genitales. ¿Éramos unos apasionados / obsesionados del cuerpo, hasta que descubrimos también la satisfacción psicológica?
Quizás con la evolución nos percatamos que nuestro cerebro nos permite observar y aprender a expandir esa energía. Nos dimos cuenta que estamos hechos de puertas y ventanas, es decir, que tenemos muchas entradas y salidas para expresar la sexualidad. Y una de las tantas maneras de expansión la conseguimos con el uso del lenguaje y sus metáforas. Lo que sentimos es saludable expresarlo y mejor si es de una manera sincera.
La cultura, dicen los sabios que viene de lo que se cultivó, lo que se heredó. ¿Hemos de observar mejor los excesos, las carencias… heredados y tomar consciencia? Seguramente al abrirnos a otros prismas y a otras opiniones iremos creciendo mejor.
Los buenos conocedores no destierran a nuestro “animal”, sino que lo elevan, por ejemplo, a través de la meditación y del llamado sexo sagrado. Así muere el ego. Y el cuerpo, junto a una mente abierta, se pierde en la gran aventura de conocer y reconocer al otro. Estos sabios hablan, creo yo, de buscar la armonía o cierta paz entre la biología y la psicología. Quedarse sólo en un área nunca será suficientemente enriquecedor.
Nos vemos en un futuro poético y cuántico.