Somos unidad. Nuestro territorio “individual” se une a la naturaleza y a los demás. ¿Existe un yo sin el otro? A veces olvidamos que somos seres gregarios, interrelacionados con los demás. Nos definimos “colectivo” por naturaleza humana y gracias a ello hemos podido trasladarnos, ayudar, fundar ciudades, darnos orden…
Hablo así de nuestra parte luminosa como grupo, donde tenemos sembradas muchas fortalezas. En nuestra parte oscura, aún por evolucionar, descansa el concepto de masa. Cuando somos masa, cuando actuamos sin pensar y nos movemos por impulsos, somos muy vulnerables. Es en esta ausencia de luz, donde gana el miedo y actuamos por emociones destructivas como la ira o el odio. Cuando nos penetra el miedo, nos pueden manipular como masa, nos podemos herir y hasta romper.
¿Cuántas “fórmulas“ de sanación y salvación tenemos como colectivo humano? Seguramente unas cuantas. Yo me inclino por la Poesía. Ella es también unidad, es también orgánica como nuestro cuerpo humano grupal. Va impregnada de ritmo, sentido, imagen… Como si habláramos de un engranaje armónico, así es la poesía. Y su mayor fortaleza es quizás su simbolismo. Ella trabaja con las ideas a través de la emociones. ¿Acaso no somos también emoción?
Creo con sinceridad que conformamos una suma de memorias y que estas memorias las hemos adquirido mayoritariamente gracias a nuestros sentidos. Lo que hemos visto, tocado, hablado, escuchado… nos produce emociones. ¿Y acaso la poesía puede dialogar con ese cuerpo de memoria que somos? Humildemente digo que sí, que gracias a los versos podemos “conversar” con toda esa multitud de Yo que nos habitan. Y hay muchos de esos Yo que aún habitan en las sombras.
La poesía nos confronta para que migremos de masa a colectivo, por eso en muchos momentos ella es incómoda.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.… porque allí no hay mañana ni esperanza posible:
Federico García Lorca
a veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados:
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
Nos vemos en un futuro poético y cuántico.