Me gusta la Poesía, coqueteo con ella, le amo. Siento mucho respeto por la fuerza y la magia que encierra. Quizás por ello no creo en las modas poéticas, creo en la voz interior. Pienso que el poeta ha de aprender a escucharse, a conocerse y a sincerarse. Evitar el autoengaño es uno de los retos para quien escribe versos. La valentía personal puede reflejarse en tu obra y el impulso del colectivo no debe arrastrarte.
Sabes que eres único e irrepetible y esta sentencia está lejos de cualquier vanidad o arrogancia descolorida. Cada persona tiene la maravillosa responsabilidad de mostrar al mundo su herencia ancestral y los resultados de su revolución personal. Cuando poetizas, el tema que eliges, el ritmo y el estilo, han de reflejar tu personalidad. Tienes una manera muy particular de interpretar la vida. Sólo tú sabes lo que has sentido, las experiencias por las que has transitado, los aprendizajes que te esperan… así que toda esa amalgama se reflejará en tu obra.
Cada vez que decidimos escribir (da igual la temática) hay algo que siempre “delata” a quién está detrás. Por eso, has de huir de la imitación. Cierto es que tenemos toda la libertad para inspirarnos en otros poetas. Nada nos impide dejarnos influenciar por las obras de otros y por sus linajes líricos, pero no es sano copiar porque te abandonas. Y estás aquí para “habitarte”.
¿Has reflexionado si escribimos para nuestros coetáneos o para las nuevas generaciones? Muchos autores han sufrido alguna vez por ser incomprendidos. A veces se llega a menospreciar a generaciones que comparten tiempo y espacio. Sin embargo, cuando otros ojos llenos de futuro te lean quizás aprecien y comprendan tu mensaje. Recuerda que la poesía no es siempre un relato actual, en muchas ocasiones abordamos temas que ya han sido tratados por los antepasados y que quizás interesen a nuestros descendientes. Sé sincero contigo, ese es el estilo válido, el que aborda cualquier realidad que vivas en intimidad con quién eres.
Nos vemos en un futuro poético y cuántico.