La celebración de San Jordi en Cataluña, parece un acto de magia. El solo hecho de que todo un pueblo se movilice y sonría entre rosas y libros, es un regalo. En estos tiempos que corren, nos reconocemos cansados, apagados, preocupados… Por eso, esta festividad es también un bálsamo para la salud emocional y mental colectiva.
Desde este miércoles 21 de abril algunas librerías comenzaron a calentar motores y sacaron paraditas para firmar y vender libros. El viernes 23, reinó la ilusión. Sabemos que fue comedida y discreta, pero ganó la batalla a la monotonía. Fue bonito volver a ver las calles con banderas y adornos. Se habilitaron sitios para las ventas de los libros y las rosas (rojas como marca la tradición, pero también amarillas, blancas y azules). La organización fue inteligente y la gente se comportó de manera adulta.
En el pueblo donde vivo, Granollers, hay una costumbre muy linda de leer poemas provenientes del mundo entero. Hasta el 2019 te acercabas a la entrada de la Sala Tarafa y en la calle con un micro y ambiente amoroso, podías leer poemas en cualquier lengua. Solía venir mucha gente enamorada de la Poesía. Este año, se ha retomado aunque un poco diferente. Para respetar las medidas de seguridad, las lecturas se realizaron dentro de la Sala. No faltaron los rituales de distancia, gel, mascarilla… Y la verdad es que no podemos quejarnos. Las ganas y los momentos emotivos estuvieron presentes. Yo tuve la suerte de leer dos de mis poemas y me encantó poner voz a otros del Maestro cubano José Marti. Me reencontré con algunos poetas que hacía un tiempo no coincidía y la velada me pareció más que necesaria.
Esta semana también visité el Centre Vallès y compartí talleres con jóvenes. Les motivé a acercarse a los versos. Hicieron poemas colectivos y escribimos nuestras frases sobre puertas de cristal. Nunca dudo de la sensibilidad que encierran sus discursos, sus preguntas, sus opiniones sobre nuestra realidad. Hay caminos para mejorar lo cotidiano y por suerte, la Poesía es una de las herramientas de acción.
Hay quienes dicen que varias familias intentan rescatar el uso de balcones con flores y plantas. Como estamos pasando más tiempo en casa, estamos aprendiendo a querer y a disfrutar más de los sitios que habitamos. Las “viejas y sencillas costumbres” de sentarse en el balcón/terraza acompañado de unas macetas de flores se está retomando. Hemos de pensar en tanta gente que lo está pasando realmente mal. La pobreza atrae infinidad de retos y esta crisis es muy compleja para muchos países. Así que seamos agradecidos, aprendamos y disfrutemos de lo simple y de la grandeza que encierran actos genuinos como regalar una rosa y un libro.